sábado, 4 de julio de 2009

Vacaciones en Nairobi - Capítulo 33

MAGDALENA SAENZ ALBERDI

“Nombre completo...”

“Guglielminpietro. Con ge de gato.”

“Con ge de jugo...”

“No, jugo va con jota”

“Discúlpeme pero jugo va primero con jota y después con ge. Sino no diríamos jugo, diríamos júo”.

“Bueno. Pero mi apellido lleva dos ge. Las dos están bien al principio y con mucho orgullo las llevo.”

“Hablando del principio, cuénteme de su infancia”

“¿Por qué tengo que contar de mi infancia? ¿A usted qué le importa?”

“Ahí está... ahí surgió lo que le comenté antes... Su agresividad paranoide”.

“Mi padre era guardiacárcel. De chiquito ponía una madera terciada encima de mi corralito y jugábamos a que yo era un preso peligroso.

“¿Y su madre? ¿Qué hacía su madre frente a esa situación?”

“Mi madre me visitaba los días lunes, miércoles y viernes. Más no podía hacer. Era lo que le permitía mi papá”.

“¿Y su mamá nunca se rebeló frente a esa situación?”

“Mamá era muy legalista. Tengo que agradecerle que insistió e insistió hasta que me consiguió un régimen de salidas temporario.”

“¿Recuerda hasta cuando duró esta situación?”

“Duró más o menos hasta que empecé a golpearme la cabeza contra la madera terciada”.

“Eso me imagino que lo marcó...”

“No porque la madera terciada tiene un lado relisito que es el que mi papá colocaba hacia abajo para que el día de mañana, llegado el caso, no me lastimara”.

“¿Qué me quiere decir con el día de mañana?”

“Eso, el día de mañana. Hoy por ejemplo es lunes, mañana martes, y así...”

“¿Usted es hijo único?”

“No. Tengo siete hermanos”.

“Sin embargo tiene la cosa fantasiosa y juguetona del hijo único”.

“Bueno, no son siete. En realidad son cuatro.”

“¿A qué se debe que se ponga constantemente en guardia? Vea, espero que tenga hacia mí la misma actitud que yo tengo hacia usted. Yo me siento totalmente abierta a usted...”

“Está bien… soy hijo único”.

“Ay, ay, ay, mentirosote mentirosote. ¿Por qué un hombre tan tierno se empeña en aparecer antipático?”

“A propósito de tierno, ¿sabe como me llamaba mi mamá?”

“Y…algo así como mi osito de peluche, mi conejito, mi patito. Las madres siempre se refieren a sus hijos con diminutivos”.

“Se equivoca. Me llamaba por mi nombre y nada más”.

“¿De qué se ocupaba su mamá”?

“Según papá de muy pocas cosas”.

“A su juicio, ¿qué era lo que mejor hacía su mamá?”

“En eso opino como mi padre: las albóndigas y abrir la puerta”.

“¿Su mamá era hija única?”

“No. Tenía seis hermanos”.

“¿No me estará mintiendo otra vez?”

“No. Esta vez se lo juro: eran siete hermanos.”

“¿Cómo era físicamente su mamá?”

“Petisita, de rulos, mucho busto, voz de pito y muy maestra ciruela”.

“¿Y cómo era su papá?”

“Alto, cabello lacio, poco busto, voz grave.”

“¿Qué era lo que le gustaba más de su mamá?”

“Me encantaba cuando dormía”.

“¿Y de su papá?”

“Me encantaba cuando era indiferente”.

“¿Alguno de los seis hermanos de su mamá era parecido a ella?”

“Sí, sí... el menor... no recuerdo su nombre.”

“¿No recuerda por lo menos con qué letra empezaba?”

“Sólo puedo decirle que a todos los hijos nos habían puesto nombres bíblicos”

“A ver... Mateo... Marcos... Lucas... Juan...”

“No, no... era una cosa como...”

“Ezequiel... Daniel... Jeremías... Isaías...”

“¡Deuteronomio! El más chiquito se llamaba Deuteronomio... Ahora me voy acordando... El mayor era Pentateuco, después el segundo era... Génesis... después nacieron los mellizos Exodo y Levítico y el anteúltimo varón fue Números. Como verá, mamá fue la única mujer”.

“¿Y cómo se llamaba su mamá?”

“Epístola”.

“Y dígame un poco, ¿a usted nunca le molestó ser hijo único?”

“Y... sí... la verdad es que muchas veces me he sentido... solito”

“¿Usted sabe que los pelirrojos son muy fogosos?”

“Sí que lo sé. También sé que no soy pelirrojo”.

“Tampoco yo soy psicóloga”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario